Cuando la maestra dijo que habría concierto, me emocione
mucho, ya que iría de nuevo a escuchar la música clásica que tanto me gusta. Es
la segunda temporada, y esta vez tocaron las danzas Polovetsianas, que las habíamos
escuchado el viernes 19 de abril, aunque solo una pequeña parte, pero sin duda
escucharla en vivo, con los instrumentos tan cerca de mí, fue demasiado
emocionante, me quedo sin palabras por cómo fue la interpretación de los músicos,
así como del director Jan Latham-Koening.
Me encanta ver todo lo que han vivido los músicos, es
decir, su biografía desde donde tuvieron que empezar y lo que hicieron a lo
largo de los años para lograr estar en el lugar de prestigio que hoy poseen.
Ahora si tuve la oportunidad de que al pedir nosotros que tocaran otra melodía,
el violonchelista acepto con todo gusto y nos deleitó un poco más de aquella
magia que se produce cuando las cuerdas rozan y producen un bello sonido.
No había tenido la oportunidad de escuchar un órgano en
vivo, por lo que estaba ansiosa de cómo se produciría ese sonido, si sería
grave, agudo o en un tono medio. Me gustó mucho que Alexander Kniazez tocara el órgano, además de que sabe tocar el violonchelo,
de una manera extraordinaria y muy apasionada. Es increíble la preparación que
un músico debe de llevar, ya que no solo es tocar un instrumento, sino de
disfrutar la música, sentirla y apasionarse por ella.
En mi opinión, cerraron el concierto con broche de oro al
tocar el bolero de Ravel, todo un conjunto de instrumentos musicales, unidos en
una misma melodía, es una de las grandes maravillas que puedan existir. Los
sonidos sonaban tan elegantes y claros, así como poco a poco los instrumentos,
desde trompetas, flautas, violines, tambores, el gong y todos se unían al final
para dar por terminado el concierto, mi mama y yo estábamos más que fascinadas
por el gran trabajo que hicieron, que no dudo en que estemos de regreso en la
sala escuchando lo que más nos gusta; la música.
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